Tengo que admitir que no suelo ver vídeos sobre videojuegos porque ya no los juego. Pero si tenia que hacer una excepcion tenia que ser con Dan Olson. De Dan Olson hay que verlo todo. Lo de su canal Folding Ideas es para convertirlo en culto religioso. Ya sean sus ensayos sobre terraplanismo, el timo de las NFTs o sobre la caterva de charlatanes que pueblan la internet gringa. Por eso cuando vi que había hecho un vídeo sobre Call of Duty: Ghosts, calificándolo como el peor videojuego al que había jugado nunca, no dude en darle al play. Sabía que iba a encontrar algo interesante. Y así fue.

Ademas de los fallos técnicos y el guion perezoso, Olson hace una observacion muy aguda sobre el subtexto del juego: Call of Duty: Ghosts renuncia por completo a reconocer que el poder militar estadounidense, construido a lo largo de décadas para ejercer la violencia en el extranjero, tiene consecuencias dentro del país. La narrativa del juego presenta a Estados Unidos como una fuerza inexpugnable y siempre justa que se defiende de enemigos foraneos e irracionales, sin reflexionar sobre cómo el ejercicio externo del poder y la violencia contribuye a aumentar la paranoia, la brutalidad y la fragmentacion de su propia sociedad.

Ahi mi cabeza hizo clic. Porque de donde viene si no el espectaculo grotesco que nos estan brindando los gringos este 2025. Un Abu Ghraib ejercido sobre su propia poblacion. Un Guantanamos en Florida. La militarizacion de la policia. Una economia basada ni en la industria ni en los chips, sino en lo libidinal, en la violencia ejercida sin mas objetivo que el dolor y el dominio.

Esa reflexion de Olson me recordó inmediatamente al documental Bitter Lake, de Adam Curtis, en concreto un momento tomado del cortometraje de 1994 de Paul Tickell “Zinky Boys: Go Underground”. Los Zinky Boys son “Los Muchachos del Zinc" de los que escribio Svetlana Alexiévich (lo tengo en la pila de pendientes), los niños soldados sovieticos que lucharon en la guerra de Afganistan. El cortometraje cuenta la historia de un grupo de ellos que vuelve a Rusia y se dedican al pequeño crimen. El momento que Curtis monta en su documental es en el que la banda liderada por un minusvalido aterroriza a un vagon de pasajeros al grito de «Hemos traído de vuelta a los fantasmas muyahidines!» (dukhi, el nombre que los soldados sovieticos daban a los muyahidines afganos significa “fantasma” en ruso).

Adam Curtis utiliza este fragmento para acompañar las palabras del periodista ruso Artyom Borovik sobre la invasión soviética de Afganistán extraidas de su libro The Hidden War (“La guerra escondida”). Borovik fue uno de los pocos periodistas que denunciaron las atrocidades y el sinsentido de aquella guerra. Su valentia probablemente le costo cara: murio en un sospechoso accidente de aviacion, uno de los medios con los que Putin, a quien Borovik estaba investigando por entonces y que estaba a punto de ascender al poder, suele eliminar a la gente que le resulta molesta (que se lo digan a Prighozin).

“The Hidden War” es un libro fabuloso. Ademas de contar historias sobre metralletas escondidas en rebaños de ovejas y los horrores de la guerra de Afganistan, Borovik describio cómo contaminó la psique y la sociedad soviéticas:

“En Afganistan bombardeamos no solo los grupos de rebeldes y sus caravanas, tambien nuestros ideales. Con la guerra llego una reevaluacion de nuestros valores eticos y morales […] Pero la guerra no fue lo unico que desgasto nuestra moralidad. Las mentiras oficiales, en la prensa y en al television, tambien pasaron factura””

Y en el epilogo, recordando el trauma de la vuelta a Rusia:

“Afganistan entra en tu subconsciente y te persigue dia y noche. Cualquier incidente sin importancia puede traerte un monton de visiones desagradables que solo tu puedes ver […] A veces, Afganistan es la realidad mientras que todo lo demas parece una ilusion, un sueño”

Pero esta idea no comienza ni termina con Borovik o Curtis. La encontramos en Franz Fanon, otra persona a la que tengo en un pedestal. De Fanon suele recordarse sobre todo su papel en el movimiento descolonizador y su interpretacion de la violencia como una fuerza emancipadora, como motor de la libertad positiva. Pero menos se comenta que Fanon era psiquiatra, y que analizó cómo la violencia colonial no solo brutaliza a los colonizados, sino que también afecta al colonizador. El ejercicio de la crueldad, la brutalidad, se convierte en una herida supurante, en una adicción que, en última instancia, destruye a quienes la ejercen . De hecho, Sartre, en el prologo a Los condenados de la tierra de Fanon, lo describe como el “momento del boomerang”. La violencia que se ejerce, vuelve. No desaparece, se interioriza.

Y luego esta Israel. Aun no lo sabe, pero el genocidio, la crueldad exterminadora, la deshumanización del enemigo, la exhibición pública y orgullosa de atrocidades regresará y acabará con esa sociedad como lo está haciendo ahora con Estados Unidos, perdidos en su laberinto imperial.

Triste consuelo para los palestinos entre las ruinas, la unica justicia que la Historia conoce.

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