Hola. Esta es una nueva entrega de la newsletter que solo te molesta cuando junto dos ideas. Sea cuando sea. Gracias por estar ahí.

Por fin le he hincado el diente a Lo Santo. Lo Racional y lo Irracional en la Idea de Dios de Rudolph Otto, un teólogo alemán de principios del XX que no pudo tener un nombre más alemán. La idea principal del libro no me ha sorprendido porque ya la conocía por otras fuentes, pero sí que en muchos momentos sea un tratado sobre el terror —sobre sus formas y sus fuentes— que ríete tú de El jardín crepuscular de John Clute.

Pero vamos poco a poco.

La principal idea de Otto es que la religión como la conocemos, con sus códigos morales y su Dios Padre, tiene su origen en lo numinoso, un sentimiento inefable, indefinible que solo puede asirse por sus consecuencias: pavor, temblor, asombro, estupor, atracción irrefrenable. Otto lo resume en la frase mysterium tremendum et fascinans: misterio tremendo y fascinante.

Lo numinoso es lo radicalmente «Otro», lo inaccesible, lo heterogéneo, lo completamente ajeno a la experiencia humana y cotidiana. Lo numinoso nos despierta un «sentimiento de criatura», de pequeñez, de absoluta dependencia, un terror suprarracional, reverencial.

Dice Otto que esa experiencia irracional, esas primeras explosiones «toscas» y «sin desbastar» en el ánimo del «ingenuo hombre primitivo» (menuda pieza estaba hecho), primero se impresionaron en seres, objetos y fenómenos naturales, númenes, que se divinizaron y a los que se rindió culto, para después de un largo proceso histórico, racionalizarse, moralizarse, antropomorfizarse hasta convertirse en nuestras religiones éticas y sentimentales, en los sistemas teológicos que conocemos. De ahí vienen las hierofanías, las teofanías, las entidades sobrenaturales, los dioses, los demonios. De los vestigios de lo numinoso que aún se pueden encontrar en la religión organizada hablaremos otro día.

La segunda idea que te traigo es que ese proceso se ha repetido.

Si estás leyendo esto, es muy probable que sepas que Lovecraft también usó el concepto de «lo numinoso» en su literatura. No hay acuerdo sobre si el caballero de Providence leyó alguna vez a Otto o si desarrolló el concepto en paralelo. El caso es que sus dioses, sus monstruos, son numinosos. Son entidades cósmicas completamente ajenas, incomprensibles para la mente humana. El horror cósmico que generan proviene de su indiferencia. No son fuerzas ni malvadas ni benévolas. Somos insignificantes ante su presencia. Quienes las encuentran experimentan simultáneamente una atracción y un terror paralizante, un estado alterado de conciencia que les coloca al borde de la locura.

Lovecraft era muchas cosas. Entre ellas, materialista y ateo. Sus dioses eran el resultado de su visión de que el universo carece de propósito humano. Conocer a esos seres era situarse ante una realidad pavorosa, numinosa, un misterio tremendo e irresistible.

Es irónico pero no sorprendente (Otto ya avisó) que las creaciones de Lovecraft hayan ido humanizándose. Primero fue August Derleth, que las convirtió en «mitos», que las dividió en categorías de Bien y Mal, Los Antiguos vs. Los Primigenios, domesticándolos dentro del canon cristiano. Después Erich von Däniken los convirtió en alienígenas con tecnologías fabulosas, inmiscuidos en los asuntos de los humanos antiguos, que les tomaron por poderes divinos (si te recuerda a la premisa de Eternals, no es casualidad). Luego Zecharia Sitchin les daría nombres y personalidades humanas, los Anunaki de las tablillas sumerias, descendidos del planeta Nibiru para explotar los recursos de la Tierra (si te recuerda a la premisa de Stargate, no es casualidad). Finalmente, las sectas platillistas completaron la transformación, convirtiendo a esos seres en una fuerza de bien cósmico, mientras que una rama de los satanistas que concebía el Necronomicon, o al menos su magia, como real transformó a estos seres en personificaciones del mal cósmico (hasta el punto de que la Iglesia de Satan tuvo que emitir un comunicado para desmentirlo).

Volveremos a hablar de todos estos personajes.

El caso es que lo radicalmente Otro ha sido convertido en algo familiar, de andar por casa. En peluches de Cthulhu.

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