Todo está en Drácula.

Si no lo sabías, ya lo sabes.

Todo está en Drácula.

Verbigracia: este fragmento del diario de Mina en el que reparé hace poco:

“Había en la habitación la misma niebla ligera que había visto antes. […] El mismo terror vago de la otra vez se apoderó de mí y tuve el mismo sentimiento de que había alguien en la habitación. […] Entonces, el corazón me dio un vuelco: al lado de la cama, como si hubiera surgido de la niebla, o mejor dicho, como si la niebla se hubiera transformado en él, puesto que había desaparecido por completo, había un hombre alto y delgado, vestido de negro. […] Durante un momento, mi corazón se detuvo y quise gritar, pero estaba paralizada.”

¿Qué es esto sino la descripción de un episodio de parálisis del sueño? ¿Qué es la presencia del Conde, si no la de esa gente sombra por la que muchas personas dicen ser visitadas? Vampiros, alienígenas, la vieja bruja, seres alargados y oscuros, tocados a veces con chistera, con ojos rojos, que te observan, tiran de tu colcha o se sientan en tu pecho. Visitantes de dormitorio.

Stoker excavó en nosotros y dio con algo. Con algo universal (se estima que una de cada dos personas ha sufrido alguna vez algún episodio de parálisis del sueño). Arquetipos, símbolos, un legamo comun que emerge cuando entramos en el sueño. O no solo entonces.

Porque seguí leyendo y encontré esto:

“Lo reconocí inmediatamente por la descripción que me hicieron los otros. Por su rostro blanco como la cera; la nariz larga y aquilina, sobre la que la luz formaba una delgada línea blanca; los labios entreabiertos, entre los que aparecían los dientes blancos y agudos y los ojos rojos […]. Conocía también la cicatriz roja que tenía en la frente, donde Jonathan lo golpeó.”

Eso me llevó a otra historia. Otra historia terrorífica, pero presuntamente real.

Octubre de 1983. Saucedilla, Cáceres.

“Un hombre alto y delgado, vestido de negro” se aparece a varias adolescentes a lo largo de unos días. Primero se topa con él una muchacha llamada Mari Carmen, en plena calle, mientras vuelve sola a casa de noche. Unos días después, a otra, llamada Mariví. Y finalmente, en la puerta de su chalet, a una chica llamada Marimar, que iba a sacar la basura.

It follows.

Esta historia me ha obsesionado durante años. Hasta el punto de que, además de visitar Saucedilla para conocer sus escenarios, supe que tenía que escribir sobre ella. Lo que iban a ser diez mil palabras terminaron siendo más de treinta mil. Quiza mas.

Hoy sabemos que probablemente fue una historia que se inventó Mari Carmen para explicar a su padre autoritario por qué había llegado tarde a casa. Unos meses antes, en Las Hurdes, también Cáceres, se había dado un caso parecido: el del llamado “ensotanado de Vegas de Coria”. Luego, cuando se extendió la voz por Saucedilla, seguramente las otras chicas se sumaron. No hace falta recurrir a Salem para explicarlo, sino al puro querer formar tambien parte de la historia. De cualquier modo, como con todo lo paranormal, no me importa tanto el “qué es” como el “qué significa”.

Y sin miedo a ponerme junguiano, te diré que esta historia es demasiado perfecta como para no pensar que la realidad, a veces, parece escrita por el mito:

Tres encuentros con tres chicas. Las tres llamadas María. Si me respondes que eso en España no es tan raro, te diré que el nombre completo de la tercera era María del Mar Mariscal. ¿Cuáles son las posibilidades?

Pero no solo eso. Cuando Marimar salió al patio de su chalet para tirar la basura en el conteneder, vio a ese hombre al otro lado de la verja, mirandola.

Tres metros de alto.

Cabeza apepinada.

Pelo peinado con raya al medio.

Pálido.

Y con una cicatriz surcándole la cara.

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