Cuando un ángel se aparece en la Biblia, lo primero que dice no es “hola”, sino “no temas”:
“Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas” (Lucas, 1:13)
“Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis” (Lucas, 2:10)”
“Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis” (Mateo, 28)
“Daniel, no temas” (Daniel 10:12)
“Pablo, no temas” (Hechos 27:24)
“María, no temas” (Lucas 1:30)
Porque lejos del canon seráfico del bello humanoide alado, los ángeles de la Biblia eran criaturas pavorosas e inhumanas:
“Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban” (Isaias, 6:2)
“Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. La primera cara era la cara de un querubín, la segunda, la cara de un hombre, la tercera, la cara de un león y la cuarta, la cara de un águila. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Las alas se tocaban unas con otras. Al andar, no se volvían, sino que caminaban de frente.” (Ezequiel 1, 6-8)
Si hace unas semanas te hablaba de Rudolf Otto y de su idea de lo numinoso como origen de lo religioso, lo que asoma en estos pasajes, ese “no temas”, es lo antiguo, lo primigenio: restos del temblor original, de lo absolutamente Otro.
Ahí entra José Luis Cardero.
José Luis Cardero se parece al señor calvo del meme de “que yo lo vea, no lo veo”. José Luis Cardero a veces es antropólogo, otras funcionario del Estado. José Luis Cardero se explica regular y escribe peor. Te guste o no, José Luis Cardero es el principal divulgador de las ideas de Rudolf Otto en España.
Su idea principal es que lo sagrado es un estadio intermedio entre lo numinoso y lo religioso. Lo sagrado es una emanación de lo numinoso que se ha humanizado. Lo sagrado todavía conserva muchos signos extraños a lo humano. El culto, el sacerdocio, la liturgia, los sacrificios, los códigos morales no serían más que un modo de contenerlo. La religión es la ritualización del miedo. Un muro para que no entre lo ajeno.
Cuando Jacob lucha con el ángel durante toda una noche (Génesis 32:22–32), queda cojo para siempre. Es la marca del contacto, el tributo por haber tocado lo divino. En el mundo griego, Apolo y Zeus tienen una faceta licantrópica y violenta: Altares, carne palpitante, cenizas. Y qué decir del pobre Acteón, aquel cazador transformado en ciervo y devorado por sus propios perros por haber contemplado lo que los ojos humanos no deben ver.
Pero quizá el caso más evidente de ese sustrato numinoso sea el del Yahvé colérico, manchado con la sangre de los pueblos que ha exterminado. Isaías le pregunta: “¿Por qué están rojos tus vestidos, como los del que pisa las uvas en el lagar?”
Y Yahvé responde:
“He pisado el lagar yo solo, ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los he pisoteado en mi enojo; los he aplastado en mi ira. Su sangre salpicó mis vestidos, y me manché toda la ropa. ¡Ya tengo planeado el día de la venganza! ¡El año de mi redención ha llegado!”
Pero no, tú no temas.

